By Roger Senserrich, via Politikon.

“Hace unos años, cuando Mitt Romney dejó el cargo de gobernador de Massachusetts, el estado encargó su retrato oficial. Como todo político que se precie, Romney decidió posar con gesto adusto, de líder decidido, acompañado de algo que simbolizara sus logros en el cargo. La imagen lo dice todo:

Romneycare

¿Veis ese libro a la derecha de la imagen, junto a la foto de su mujer? Es la ley de reforma de la sanidad de Massachusetts, o “Romneycare”, el primer sistema de sanidad universal de Estados Unidos. Una ley bien diseñada, conservadora y elegante. Tan buena, de hecho, que Obama copió el modelo descaradamente para la Affordable Care Act. En un país normal Mitt Romney estaría orgulloso de esta reforma pionera, proclamando a los vientos su gran logro. Pero claro, hablamos del partido republicano y Estados Unidos.



Veamos. Este martes Priorities USA, una Super PAC (esos grupos “independientes” que andan trolleando durante las elecciones) cercana a Obama, lanzó un anuncio bastante impresentable sobre Bain Capital […].

Dicho en pocas palabras: Bain Capital despidió a este pobre hombre de su trabajo, dejándolo sin seguro médico. Su mujer se puso enferma, no fueron al médico porque no podían pagarlo, y cuando finalmente no tuvieron más remedio era ya un cáncer terminal. Dejando de lado que es posible que la historia del anuncio sea una patraña (la gente de la campaña de Obama se ha desmarcado de inmediato), el anuncio ha resultado ser muy efectivo gracias a la excepcionalmente incompetente a la vez que totalmente lógica defensa de la campaña de Romney.

El mismo martes por la noche una portavoz de la campaña de Romney, Andrea Saul, apareció en Fox News para criticar el anuncio. Su argumento: si esa familia hubiera vivido en Massachusetts, donde el bueno de Mitt aprobó una reforma sanitaria estupenda, ese buen hombre y su mujer nunca hubieran perdido su seguro médico. Para dejar aún más clara la historia, Saul volvió a Fox News el miércoles por la mañana, y contestó exáctamente lo mismo, defendiendo Romneycare con el orgullo del trabajo bien hecho. En un planeta normal la cosa acabaría aquí: candidato a la presidencia defiende con orgullo su mayor logro. El pequeño problema para Mitt Romney es que el partido republicano no tiene nada de normal.

Obamacare es un clon de Romneycare, y Obamacare es el Mal, creación de un socialista terrible que quiere matar a tu abuela. Esto implica que Romneycare es el Programa Que No Puede Ser Nombrado; el GOP nominó a Mitt Romney a pesar de haber aprobado una reforma sanitaria brillante que ha funcionado bien, no gracias a ello. El ex-gobernador de Massachusetts es candidato porque no había un verdadero conservador en las primarias que no estuviera completamente chiflado (Bachmann, Paul), fuera un cretino egocéntrico (Gingrich), un patán corto de luces (Perry, Santorum) o un muermo insoportable (Pawlenty, Huntsman). Nadie realmente “quería” Romney, sino que lo aceptaban resignados. Al final de las primarias, un sector muy importante del GOP se quedó con la sospecha que Mitt es realmente un gobernador moderado de Nueva Inglatera, no un auténtico portador de la verdadera fe de San Ronald Reagan.

Resultado: para el ala más conservadora del partido republicano (cada vez más dominante en el partido) escuchar a una portavoz del candidato a la presidencia decir abiertamente que el Programa Que No Puede Ser Nombrado fue una buena idea es peor que una herejía; es alta traición. Medio partido ha perdido los papeles totalmente, con voces diciendo que ayer perdieron las elecciones, Rush Limbaugh aullando que esto es una mina de oro para Obama y Red State diciendo que a Romney hay que entrenarle como a un perro (¡!) hasta que deje de comportarse como un moderado. El gran terror, la pesadilla, el horror que todos temían, se repite de nuevo: el GOP va camino de enviar a la Casa Blanca un piltrafilla que tiene un amor secreto por la medicina socialista, ayudar a los enfermos y proteger a los desamparados. El tipo incluso dice que sabe cómo arreglar estos problemas. Cielos santo.

La pregunta clave, obviamente, es hasta qué punto todo este cabreo de las bases conservadoras será relevante. Al fin y al cabo, no es que los oyentes de Rush Limbaugh vayan a largarse del partido y votar a un keniata socialista musulmán que odia América o nada parecido; Romney, aún con su mal disimulado aprecio por la salud pública, sigue siendo el menos malo de los candidatos. Probablemente esto será así, y a la hora de la verdad el GOP en bloque haga lo que siempre ha hecho y voten a su hombre. La cuestión clave, sin embargo, es que van a ser unas elecciones muy, muy competidas, y Romney no puede permitirse perder a nadie; si las bases del partido siguen decepcionadas con su candidato (y recordad, el tipo le cae mal a todo el mundo – no es descabellado) es posible que algunos se queden en casa.

El problema principal para Romney, sin embargo, es de mensaje. El sector montañés del GOP no le va a pasar ni una de aquí a noviembre; cada desviación de la ortodoxia será recibido con un coro de bramidos, insultos y coces varias recordando a las bases que Mitt no es uno de los suyos. Es por este motivo, y no otro, que un tipo tan meticuloso e inteligente como Romney ha presentado una lista de propuestas tan demencialmente ambiguas; el pobre sabe que si defiende la ortodoxia republicana los votantes de centro lo mirarán con terror (¿privatizar la seguridad social y Medicare? ¿bajar impuestos a los ricos? ¿qué?), pero presenta un programa sensato y detallado sus compañeros de partido se lo comerán vivo. El resultado es que tenemos un candidato que se está llevando galletas a manos llenas por sus años en Bain Capital, no puede defender sus logros como gobernador porque son comunismo, y no puede describir su programa porque tiene que decidir entre parecer un psicópata o que sus compañeros de partido lo hagan filetes.

Si no fuera porque Romney es un robot sin alma ni principios, casi me daría lástima.

Un par de detalles finales. Si Mitt Romney se presentara a las elecciones con un programa parecido al de sus años en Massachusetts no me parecería mal que ganara. Obama ha sido esencialmente un moderado; Romney estuvo a su izquierda en algunos temas cruciales, como cambio climático, cuando fue gobernador. Segundo, durante las primarias del 2008 Jim DeMint, senador de Carolina del Norte y líder no-oficial del tea party en el Senado, apoyó a Romney diciendo que su reforma de la sanidad era un muestra de sentido común y valores conservadores. Cuatro años después, Obama ha copiado esa reforma, y DeMint y sus compañeros andan vigilando a Romney para que ni se atreva a insinuar que puede que fuera una buena idea. El partido republicano moderno, más que principios, lo que tiene es un odio cerval a Obama. Poco más que decir.”